Whales UK denuncia la explotación de ballenas y delfines en cautiverio por la industria del entretenimiento y el turismo.
La organización internacional Whales UK denuncia el cautiverio de 3.500 cetáceos en lugares de entretenimiento de todo el mundo. Por eso, insta al turismo internacional a no contratar servicios o experiencias vinculadas a la explotación de ballenas y delfines en acuarios, oceanarios y parques marinos.
“La evidencia científica respalda firmemente nuestra preocupación de que las ballenas y los delfines sufren mentalmente y físicamente en cautiverio. Ese confinamiento tiene un impacto negativo significativo en su salud, bienestar y riesgo de muerte prematura”, expresan desde la organización.
Este colectivo internacional es una coalición de ONG proteccionistas de animales como Born Free, Humane Society International, Whale and Dolphin Conservation, World Cetacean Alliance y World Animal Protection.
A pesar del panorama desalentador, una encuesta realizada por World Animal Protection reveló que los turistas son cada vez más conscientes de la cruel realidad del cautiverio. El 80% preferiría ver delfines y ballenas en la naturaleza si tuvieran oportunidad.
Según los resultados del sondeo, hubo una baja del interés del público en las actividades propuestas por los centros marinos de entretenimiento. En 2014, un 67% de turistas manifestó estar dispuestos a nadar con delfines en cautiverio, pero en 2019 el porcentaje descendió a un 58%.
Sin embargo, la captura de cetáceos en estado salvaje continúa. Aunque esta actividad no suele darse a conocer, en 2018 se destapó un caso emblemático que despertó la alarma y puso en evidencia las dimensiones de esta problemática.
Se trató de las cien ballenas halladas en prisiones submarinas en el lejano Oriente ruso. Estas lograron ser rescatadas, sentando un precedente legal internacional.
En 2018, medios de comunicación rusos dieron a conocer el descubrimiento de más de 100 ballenas en prisiones submarinas. Las cárceles secretas estaban localizadas en proximidades de la bahía de Nakhodka, en el Océano Pacífico.
Tras un año y cinco meses de encierro, las 11 orcas y 87 belugas atrapadas en la llamada «cárcel de ballenas» rusa lograron ser liberadas. Las que sobrevivieron, eso sí. Porque en el arduo camino por su libertad murieron algunos animales.
Se sospechan que los traficantes actuaban en nombre de corporaciones y buscaban vender los cetáceos a parques temáticos chinos. Aprovechaban una trampa legal en el Derecho Internacional que les permitía su comercialización, alegando que serían utilizados para fines científicos o educativos.
Greenpeace Rusia compartió con las autoridades imágenes de las jaulas registradas con un dron. Gracias a las tomas aéreas obtenidas por los ecologistas el mundo pudo conocer las condiciones en las que vivían estos cetáceos.
En las imágenes podían verse a algunas de las orcas y belugas con sarpullidos, furúnculos, llagas y manchas, que los especialistas atribuyeron a infecciones. Además, 15 crías habían sido separadas de sus madres.
Según la organización Whale and Dolphin Conservation, fue el mayor hallazgo de animales en cautiverio. El caso sentó un precedente ante el vacío legal existente respecto al tráfico ilegal de animales.
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