Si te parece que estás pagando de más en el supermercado no es sólo una sensación: los grandes distribuidores tienen estrategias específicas de las cuales no somos conscientes. Es correcto decir, pues: ojo con el precio.
Esta no es la primera vez que hablamos de los trucos empleados por los supermercados para hacer que los consumidores compren y gasten de más. Los productos de primera necesidad como el agua y la harina, colocados en lugares alejados de los supermercados para hacer que estemos más tiempo buscándolos en el local, es sólo una estrategia.
En concreto, nos referimos a ciertas estrategias de marketing que no son tan complejas pero que impactan sobre nuestra percepción y nuestras sensaciones. Por esta razón no somos capaces de advertir en el momento que estamos comprando de todo menos los productos anotados en la lista que confeccionamos metódicamente en nuestra casa con la promesa de no reincidir.
Por todo ello es que la revista francesa “60 Millions de Consommateurs” ha publicado algunos de los trucos más corrientes implementados por algunos productores para hacernos gastar más dinero, sobre todo en comestibles y bebidas. Veamos juntos cuáles son y, la próxima, pon atención.
Shrinkflation y sencillez: ojo con estos trucos
Ahora que sabemos que los grandes distribuidores sacan ventaja de nuestros sentimientos, es momento de aprender a “defendernos mejor”, para lo cual comenzaremos con la primera técnica de marketing.
Si no conoces lo que es la shrinkflation, no te preocupes. Este truco, que empezó a usarse hace una década, tiene como finalidad hacer que paguemos más por menos cantidad. De esta manera, el fabricante ahorra dinero y nosotros no nos damos cuenta del cambio, pues nos llevamos el mismo envase de patatas fritas o cereales de siempre al mismo precio, sin advertir la reducción.
En cuanto a la segunda estrategia, son cada vez más las publicidades de galletas o salsas que apelan a la sencillez. De hecho, luego del escándalo con el aceite de palma, muchos consumidores analizan el contenido del producto antes de llevarlo. De este modo, muchos empaques muestran eslóganes como “sin aditivos ni azúcares agregados” o “elaborado con pocos ingredientes”. Además de su falsedad, estamos pagando por algo que ya no es ese tipo de crema para untar. Lo que en teoría estamos comprando es una falsa autenticidad que eleva engañosamente el precio del producto, debido a una suerte de sostenibilidad implícita, que no es real.
Para no desperdiciar, solemos comprar porciones pequeñas y, a veces, individuales de queso. Del mismo modo, para nuestra comodidad, optamos por comprar cápsulas en lugar de café molido. No obstante, estas elecciones nos cuestan muy caro. De hecho, cada envase individual puede llegar a costar un 50% que la versión “estándar” del mismo producto.
Al mismo tiempo, a veces los paquetes grandes, conocidos como familiares, pueden ser contraproducentes. La revista francesa, por ejemplo, señala que en este tipo de compras se terminan “perdiendo” gramos, como en el caso de la carne, puesto que a pesar del ahorro inicial, la cantidad hace que consumamos más rápido el producto y que una parte termine por echarse a perder.