En Bután, el índice de Felicidad Nacional Bruta guía las políticas de gobierno. ¿Qué mide y cómo logró este país ser considerado el más feliz del mundo?
¿Es posible saber si casi 755.000 personas son felices? En el pequeño reino budista de Bután es posible. Ese es el número de sus habitantes y este país escondido entre las montañas del Himalaya es el creador del índice de Felicidad Nacional Bruta (FNB).
Ahora bien, ¿esto qué implica? Pues una mirada integral sobre la felicidad de los butaneses, basada en una idea de bienestar que va más allá de lo económico. Por eso, desde hace casi 50 años, las políticas de gobierno se orientan hacia la salud, la educación, la cultura, el bienestar psicológico, el uso del tiempo, la vida sostenible.
Naturaleza, tradiciones, cultura, pueblo y gobierno conviven en sintonía detrás de un fin común. Así, todas las decisiones que se toman a nivel gubernamental deben basarse en lo que los butaneses llaman sus cuatro pilares: buena gobernanza, promoción sostenible del desarrollo socioeconómico, preservación de la cultura y conservación ambiental.
Este nuevo paradigma de bienestar social inspiró que cada 20 de marzo se celebre el Día Internacional de la Felicidad. Implementada por las Naciones Unidas, esta fecha promueve el fin de las desigualdades, el desarrollo sostenible y la erradicación de la pobreza, entre otros objetivos, para lograr la felicidad y el bienestar de todos los pueblos del mundo.
La importancia del compromiso ecológico de Bután
En la búsqueda de la felicidad común, el desarrollo sostenible es vital para Bután. Y esto se refleja en que es el único país del mundo que tiene una huella de carbono negativa y un compromiso ambiental indiscutible. ¿Cómo hizo este reino del Himalaya para ser sostenible y qué desafíos enfrenta?
Se ha escrito mucho en estos últimos años respecto al modelo de desarrollo de este reino. Para aquellos que no conozcan nada sobre este pequeño país -ubicado entre dos gigantes asiáticos como son India y China– basta con saber que se ha propuesto metas ambientales realmente impresionantes. Y lo llamativo es que las están cumpliendo.
Parece ser que en Bután la voluntad emana del pueblo y es bien canalizada por sus autoridades, que saben leer las necesidades de la sociedad. Por ello, en este régimen monárquico constitucional se encuentra incorporado un gran respeto hacia el medioambiente en la misma Constitución.
Esto es así porque la felicidad pensada como un fenómeno colectivo no puede dejar de tener cuenta a las generaciones futuras.
¿Cuál es la fórmula del éxito sostenible de Bután?
Realmente admirables sus logros. Está bien, estamos hablando de un país muy pequeño con escasa población; sin embargo, naciones similares distan mucho de acercarse a lo conseguido por esta nación.
Pero no nos quedemos solo con esta admiración. Podríamos ir un poquito más allá y preguntarnos por qué ellos pueden y el resto del mundo pareciera que no. ¿Es una cuestión cultural? ¿Se trata de un Estado muy presente que controla eficientemente las actividades de su población?
Como ya señalamos, Bután fue uno de los pioneros en medir el bienestar de los habitantes de un país de una manera, se supone, más eficaz que el tradicional Producto Interno Bruto (PIB), ya que considera otros aspectos tanto o más importantes que los económicos.
Es una cuestión cultural, que parte de un enorme respeto hacia la naturaleza, lo que le permitió a este pequeño país encarar de manera exitosa un proceso de desarrollo seriamente comprometido con la sostenibilidad y la lucha contra el cambio climático. Y donde el bienestar de la población se encuentra por encima del desarrollo material.
Hoy, Bután es un paraíso terrenal entre las impresionantes montañas del Himalaya. Ahora bien, el llamado «país de la felicidad» se enfrenta a serios desafíos para conservar su estilo de vida sostenible.
¿Cuál es la situación actual de este país?
No todo es color rosa para Bután. Nadie se salva solo y la salud de nuestro planeta es responsabilidad de todos; por más bien que hagamos las cosas, si no es en conjunto de poco sirve.
en este reino, todo venía funcionando más o menos bien hasta que sus vecinos China e India comenzaron a crecer económicamente, sumándose al proceso de industrialización y sobreexplotación de recursos naturales.
Y las consecuencias de esto repercuten en Bután: las temperaturas comienzan a subir, los glaciares empiezan a derretirse, ocurren con más frecuencia inundaciones e incluso sequías. Mientras, la presión sobre los bosques no deja de aumentar.
Además, los jóvenes que migran del campo a las grandes ciudades en busca de mejores trabajos van descubriendo otro mundo, quieren más cosas y tienen aspiraciones diferentes a las que tuvieron sus padres y abuelos. Algunos quieren fumar (el cigarrillo está sólo permitido a los turistas), otros quieren automóviles.
Los cambios son inevitables, para bien o para mal, y este pequeño país ejemplo para el mundo enfrenta numerosos desafíos. Y aún resta mucho por hacer.
Un camino de metas sostenibles hacia el 2030
En 2009, Bután se comprometió a ser el primer país en reducir drásticamente las emisiones de carbono y las importaciones fósiles en un 70%. Actualmente, es el único país con una huella de carbono negativo.
Por otra parte, sus enormes extensiones de bosques capturan el triple de dióxido de carbono del que sus actividades humanas emiten. Por ley, el porcentaje de la superficie de bosques en el país no debe ser inferior al 60%.
Hacia el futuro, Bután persigue nuevas metas, tales como:
• Ante el aumento de la demanda de recursos energéticos por parte de la población, se trabaja para que estos provengan de energías renovables.
• Para el 2030 pretenden llegar a cero emisiones de gases de efecto invernadero y cero residuos, y actualmente están cerca de conseguir que toda su producción de alimentos sea 100% orgánica.
• En materia de turismo, su gobierno impuso una serie de restricciones para evitar el turismo masificado y la polución que esto implica.
• El territorio de Bután es uno de los lugares donde se brinda protección a los tigres de bengala, una especie amenazada al borde de la extinción que encuentra refugio en la gran superficie boscosa que se extiende en el país asiático. Project Cat es el programa que opera en ese sector del continente con el objetivo de duplicar el número de estos animales hacia 2022.
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