¡Basta de princesas y príncipes azules! La idea del amor romántico implica la naturalización de muchas conductas que reafirman la violencia de género.
Dice una frase “lo que se hace con amor, siempre está bien hecho”. Y quién no ha escuchado decir a una abuela que «amar es sufrir». Pero, ¿podemos justificar todo por amor? ¿O podemos darlo todo por amor, al punto de abandonarnos a nosotros mismos?
Uno de los mayores males de nuestros tiempos es la violencia de género, un tipo de maltrato que adopta varias formas: física, psicológica, económica, institucional, simbólica. Y lo más extremo e irrecuperable es el asesinato de una persona.
La violencia de género contra las mujeres es la más frecuente. Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), 1 de cada 3 mujeres en el mundo han sufrido violencia física y/o sexual de pareja o violencia sexual por terceros en algún momento de su vida.
Muchas de las conductas esperadas en hombres y mujeres en las relaciones sentimentales, establecidas como lo socialmente aceptadas, se desprenden del concepto de amor romántico.
¿Qué significa esto del amor romántico y por qué puede relacionarse con la violencia de género? Se trata de una construcción simbólica producto de la cultura patriarcal, la cual se establece sobre la base de una desigualdad entre el hombre y la mujer. En el sistema patriarcal, existe la creencia de una superioridad masculina y por tanto el dominio del hombre sobre las mujeres en la sociedad en general.
La misma cultura es la que garantiza la permanencia de esta estructura desigual. A través de ella se sostiene una estructura social en la que los hombres tienen más poder y privilegios que las mujeres. A su vez, existe una ideología o creencia que legitima este sistema de organización.
Dentro de la forma de pensar que marca esta cultura patriarcal se establecen roles, perfiles y expectativas sociales sobre cómo es ser un hombre y cómo es ser una mujer. Y se disfraza como «natural» que las segundas estén subordinadas respecto a los primeros.
Desde la mirada de la cultura patriarcal, el amor romántico existe para garantizar este funcionamiento de roles de género. Plantea un estilo de vida ideal o normativo que ubica al matrimonio y a la conformación de una familia como los fines principales a perseguir para la realización de una persona.
Este modelo de sentir y amar se impone como un estado civil ideal que también moldea los roles y conductas sexuales de hombres y mujeres. La vida sexual en los primeros tiene un carácter lúdico; en el segundo caso, se relaciona con la búsqueda de una pareja ideal y no el placer en sí.
Otro de los esquemas culturalmente establecidos es que el papel masculino está históricamente ligado a la escena pública, mientras que el rol femenino es ocuparse de la vida privada o doméstica.
Hasta no hace mucho, lo establecido era que el padre salía a trabajar y la esposa debía ocuparse del hogar y del cuidado de la familia. Las expectativas que se tenían sobre las mujeres era la devoción por su marido, la sumisión y una actitud de docilidad amorosa en sociedad.
Y aunque esto ha cambiado (al menos en parte), las tareas de cuidado se ligan aún hoy solo al rol de la mujer. No se ven como un esfuerzo, sino como un sacrificio o entrega a la familia que se hace por amor. A pesar de que cumpla con una extenuante jornada laboral.
En una sociedad patriarcal, a través del amor romántico se justifica la disparidad de roles. Todo se disfraza en eterno enamoramiento y fidelidad, convirtiendo al amor heterosexual y con orientación hacia la familia en una forma normativa de establecer una relación y estar dentro de ella.
Pero los mandatos del amor romántico son solo una forma cultural de vivir. No la única. Hombres y mujeres pueden identificarse con otras orientaciones sexuales, con otros roles e incluso otros estilos de vida que hoy se evidencian cada vez más como legítimas.
Es por eso que, para construir relaciones de pareja sanas, deben abandonarse las ideas que sostiene el amor romántico. Lo que no significa estar en contra del romance, ni mucho menos negar el amor. Para que se entienda, se trata de desterrar las ideas estereotipadas al respecto y sus mandatos.
No todo puede justificarse en nombre del amor. Si en una pareja no encontramos bienestar, paz, calma, seguridad y apoyo en nuestras decisiones personales de autorrealización, ¿Para que quedarnos en ella? La felicidad personal es importante y las elecciones que hagamos merecen respeto y consideración.
Para desmitificar al amor romántico y construir relaciones sanas, ten en cuenta estos aspectos:
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