Hamburguesas de avispas, papas con termitas, paellas con gusanos de tierra, todo lo que alguna vez nos sonaba a pesadilla ahora es parte de un delicioso y proteico menú, que además es sostenible.
«El futuro ya llegó» dice una canción, y la incorporación de proteínas derivadas de insectos ya es una realidad: en España desde 2018 se puede comercializar la carne de insectos para consumo humano; en Suiza la cadena Coop puso en sus góndolas hamburguesas de insectos y en Tegucigalpa, Honduras, se ofrecen prometedoras patatas con termitas.
La creatividad no tiene límites, como tampoco la búsqueda de recursos. Insectos como las hormigas, gusanos, cucarachas, tarántulas, escorpiones y tantas otras especies que aseguran ser tan deliciosas, como súper nutritivas. Todas ellas son también una fuente inagotable de recursos y una alternativa de cría intensiva más económica en comparación a la carne tradicional de aves, cerdos y vacas.
Así se han presentado estos nuevos platos en la Feria Gastronómica del Invertebrado organizada por estudiantes de Zoología de Invertebrados, de la carrera de Biología de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH) en 2018. Las novedades fueron furor en todos los portales de noticias del mundo.
El hábito de comer insectos se llama entomofagia. Nos cuesta creer que un insecto pueda ser alimento humano. Pero aunque estos gustos nos resulten sorprendentes y extraños -y que a más de uno le parezcan asquerosos-, no son nada nuevos. En algunos países de Asia, África, América del Sur y Oceanía, su gente desde hace siglos incluye estos sabrosos «snacks» en sus dietas.
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El principal obstáculo es cultural, pero seguramente pronto será tan común como el consumo de hongos, la dieta de los veganos o las bebidas a base de kéfir, que son fermentos producidos por bacterias.
En cuanto menos lo esperemos estaremos probando en cualquier ciudad del mundo un conito de chapulines, grillos salados o de “hormigas culonas” fritas, al igual que se consiguen hoy en las calles de México.
En un artículo científico publicado por la Universidad de Queensland sobre alimentación basada en larvas de mosca soldado negra, los investigadores destacaron que su “carne” contiene tanto hierro y zinc como un grueso bistec americano, como así también tanto calcio como la leche de vaca.
En el mismo documento informativo, los científicos destacan que “menos de la mitad de una hectárea de larvas de moscas soldado pueden producir más proteína que 1.200 hectáreas de ganado de pastoreo o 52 hectáreas de soja” y concluyen: “si te preocupa el medio ambiente al menos debes considerar o estar dispuesto a comer proteína de insectos”.
Comer insectos eran anécdotas de actores, actrices y presentadores de TV en reality de viaje, y hoy estamos cada vez más cerca de comprar alimentos cerrados al vacío de lombriz californiana en alguna sucursal de nuestro supermercado habitual. Ya no es cosa de valientes, sino de personas que buscan un cambio para este planeta, incorporando una dosis alta de nutrientes de una manera alternativa, porque es una verdadera práctica sostenible.
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• Es una fuente casi inagotable de alimentos para combatir la desnutrición en algunos países, imaginemos la posibilidad de que ninguna persona en el mundo vuelva a pasar hambre. ¿No sería grandioso?
• Parece mentira, pero la cría intensiva de ganado para carne y leche tiene una huella hídrica superior a la de la producción agrícola. Es decir que en su producción se consume gran cantidad de agua potable que quitamos al planeta. Si disminuimos nuestro consumo de carne tradicional, entonces podremos ahorrar este precioso recurso natural.
• También estamos disminuyendo el efecto invernadero, evitando la emisión de gases producidos por el excremento de vaca. Según en el informe de Greenpeace «Menos es más: Reducir la producción y consumo de carnes y lácteos», los productos de origen animal producen alrededor del 60% de las emisiones de gases del planeta.
• Más árboles para nuestros bosques. La cría intensiva de ganado es responsable del 80% de la deforestación actual de algunos de los bosques con mayor biodiversidad del mundo.
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Si te ofrecieran en un restaurante un plato de carne de insecto y esto supondría mejorar la salud humana, disminuir el impacto ambiental, ayudar a combatir el cambio climático, necesitar mucho menos tierras y poder alimentar a más personas, ¿estarías dispuesto al nuevo menú?
Aún queda mucho por investigar y antes de que estos insectos lleguen a nuestros platos, debemos resolver cuestiones sanitarias para garantizar una producción apta para el consumo humano y no caer en otro caso de sopa de murciélago como en Wuhan.
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