El Comercio Justo beneficia la calidad de vida de las comunidades y moviliza prácticas sostenibles, incluso en el actual escenario de pandemia global.
Cada segundo sábado del mes de mayo se conmemora el Día Mundial del Comercio Justo. Una fecha que nos recuerda que existen desigualdades económicas y de oportunidades que deben afrontar a diario los pequeños productores y comerciantes dentro del sistema capitalista.
Millones de personas en el mundo se enfrentan cada día a una economía de la supervivencia. La situación de algunos productores agrícolas y pequeños campesinos es difícil al no poder percibir un precio justo por sus productos, ante la enorme competencia de las grandes empresas que ingresan al mercado con mayores beneficios y márgenes de negociación.
Esto repercute en una brecha cada vez mayor entre las personas más ricas y
las más pobres en el planeta. Estas últimas son cada vez más pobres. Según informes de las Naciones Unidas, cerca del 12% de la población mundial no tiene cubiertas sus necesidades fundamentales.
El sello Fairtrade certifica, da garantía de producto, y propone el fortalecimiento del comercio justo como vía para lograr el desarrollo sostenible. Es la respuesta ante las desigualdades y una apuesta que contempla tanto a las personas como al medioambiente.
Los problemas de acceso al mercado y la falta de condiciones sociales y económicas equilibradas, continúan profundizándose en los países en vías de desarrollo. Por esta razón, las políticas públicas deberían tender a fortalecer los circuitos de economía solidaria en cada región y país.
El Comercio Justo es un movimiento social y económico. Propone un modelo alternativo y solidario de comercialización de productos y servicios, que garanticen el acceso al mercado de pequeños comerciantes, productores y trabajadores.
En su lucha por la sostenibilidad y el cuidado del medioambiente, el Comercio Justo beneficia tanto a las personas como al planeta. Para comprender mejor de qué se trata, basta con conocer los 10 principios en los que se basa:
La World Fair Trade Organization (WFTO) estableció para este 2021 el lema «Reconstruyamos con justicia», que establece los lineamientos de trabajo en función de la protección del modelo solidario para disminuir las desigualdades sociales y la emergencia climática.
El desarrollo más inclusivo, justo y sostenible -que contempla también el Comercio Justo- se incluye entre las metas a conseguir hacia 2030 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Organización de las Naciones Unidas.
Especialmente en relación a la generación de condiciones más favorables para trabajadores y productores agrícolas que se encuentran en gran desventaja social y económica. También en la mejora de la calidad de vida de sus comunidades.
La industria del reciclaje y reutilización de residuos para la elaboración de otros productos está generando proyectos y diversas fuentes de trabajo para el sector de cooperativas, recolectores de materiales provenientes de los desechos. También es un nicho para emprendedores que intentan brindar soluciones a problemas ambientales mientras se insertan en el mercado.
Según la WFTO, más del 40% de los consumidores adquieren productos de pequeños productores debido a sus preferencias de consumo. Es decir, prefieren aquellos productos y servicios que cumplen con las normativas medioambientales con precios más accesibles.
En distintos puntos del mundo encontramos emprendimientos sociales, tiendas de precio justo y ferias que reúnen a pequeños productores y consumidores locales. Junto a las organizaciones sociales nucleadas en la WFTO y otras entidades, son fundamentales para beneficiar a los sectores en crecimiento y erradicar la pobreza.
Los proyectos sociales enfrentan a diario desavenencias y obstáculos para poder salir adelante. De allí la importancia de contar con herramientas de ayuda política y financiera.
Un ejemplo de ello es la Granja Sésamo, en Botsuana. Dirigida por Noseko y Kgalalelo Keemetsekgosi, desde el año pasado sus cosechas dieron grandes frutos luego de la sequía del río Thamalakan, que golpeó durante ocho meses la actividad de los pequeños productores de la zona.
La gestión del Consejo de Organizaciones No Gubernamentales de Ngamiland (NCONGO), junto al Ministerio de Desarrollo Agrícola y Seguridad Alimentaria de Botswana, permitió la provisión de equipos como redes de sombra, pozos y tanques de agua a 200 personas.
Un pequeño esfuerzo solidario que les permitió poder cultivar más alimentos para los mercados locales. El suministro de agua garantizado por la instalación de una bomba de agua alimentada por energía solar, renuevan la esperanza en el desarrollo de esta comunidad del sur de África.
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