En el último tiempo, el kéfir de agua ha ganado popularidad por sus beneficios para la salud. Puedes conseguir esta bebida en herbolarios, pero también puedes hacerla en casa.
¿Has escuchado hablar sobre el kéfir? Se trata de una bebida fermentada que aporta gran cantidad de probióticos a tu organismo. Existen dos variedades: el kéfir de leche y el kéfir de agua. Ambos son considerados superalimentos y tienen un origen milenario.
Es muy importante incorporar este tipo de alimentos. Y es que, a medida que nos hacemos adultos, vamos eliminando las bacterias “buenas” que tenemos en nuestro intestino por el uso de medicamentos (principalmente los antibióticos).
Además, gracias a los probióticos que tiene el kéfir, podrás equilibrar tu flora intestinal y sentirte mucho mejor de manera natural.
No hay coincidencia sobre su lugar de origen y se dice que se descubrió accidentalmente gracias a los antiguos viajeros que transportaban leche en recipientes de cuero. Al ser sometida a determinada temperatura, poco oxígeno y mucho movimiento, la leche se volvió más espesa y agria. Este proceso generó los nódulos que hoy conocemos y a partir de allí comenzaron a usarse para fermentar la leche y, posteriormente, el agua.
El kéfir se prepara a partir de nódulos. Estos son pequeños y de consistencia gelatinosa, pero pueden cambiar de tamaño a medida que los usas. Son organismos vivos que viven en colonias simbióticas, es decir, dependen unos de otros. Están compuestos por distintas especies de bacterias y de levaduras, todos elementos saludables para nuestro cuerpo.
Los nódulos de kéfir de leche y de agua son distintos. Si bien tienen una estructura similar, pertenecen a distintas colonias con distintos sabores. Para reconocerlos, verás que los de leche son blancos y los de agua, transparentes.
Generalmente, se regalan y comparten. Una vez que empiezas a hacer kéfir, los nódulos comienzan a reproducirse y terminas teniendo tantos que puedes regalarlos para que alguien más pueda hacer su propia producción.
Lo primero a tener en cuenta es que debes conseguir los nódulos. Existen varios grupos y páginas donde puedes conseguir donantes de nódulos de kéfir. Si no encuentras a nadie cerca de tu ciudad, la opción que te queda es comprar los nódulos secos, que suelen encontrarse en herbolarios.
Ahora que ya tienes toda la información, ¡vamos a preparar kéfir de agua! Dividimos el proceso en dos etapas de fermentación, aunque la segunda es opcional por si quieres darle más sabor a tu kéfir e incluso que genere gas (lo que permite obtener una bebida más deliciosa).
Necesitarás:
Necesitarás:
Agrega el litro de agua al recipiente de vidrio, ocupando sólo del 80%. Es importante que sea de vidrio, ya que este material no altera a la colonia de bacterias. Además, debe estar limpio, no queremos suciedad u hongos que puedan afectar al fermento.
Agrega el azúcar y disuelve con la cuchara de madera. No uses de metal porque los nódulos son delicados y ese tipo de materiales los daña. Luego incorpora los nódulos y mezcla suavemente. Agrega la mitad de limón sin exprimirlo, limpio y sin restos de suciedad.
Tapa el recipiente con el tul y ajústalo con la gomilla. Este paso es fundamental porque, al tener azúcar, podrían entrar algunos insectos y no queremos eso.
Debes dejar el recipiente a temperatura ambiente por 48 horas. En ese periodo, los nódulos se alimentarán del azúcar y fermentarán el agua. Notarás que cambia su olor y puede resultar algo ácido. No te preocupes, es normal algo de acidez.
Pasadas las 48 horas, exprime el medio limón en la mezcla y deséchalo. Cuela el líquido para separar los nódulos del agua (con los cuales podrás repetir la acción las veces que quieras para hacer más kéfir). Notarás que ya no queda azúcar, sino una especie de sedimento que es normal por la reproducción de las bacterias.
Aquí ya puedes consumirlo, sin olvidar que para conservarlo debes guardarlo en la nevera. Puede durar hasta siete días en esas condiciones.
Si tu paladar es más exigente y tienes ganas de experimentar, puedes probar fermentar tu kéfir una segunda vez para obtener gas y más sabor en tu bebida.
Lo único que tienes que hacer es agregar el líquido que colaste en un nuevo recipiente que debe tener tapa (preferentemente a rosca o hermética).
Esta vez será sólo el líquido sin los nódulos, pero le agregarás una fruta o jugo de fruta que sea de tu agrado, más el azúcar. Esta es muy importante para que las bacterias y levaduras se sigan alimentando.
Mezcla bien todo y déjalo reposar nuevamente a temperatura ambiente, pero esta vez por 24 horas. Una vez transcurrido ese tiempo, verás que al abrir el recipiente despedirá gas como si fuese una gaseosa. Ese es un buen indicador de que salió perfecto.
Puedes consumir el kéfir en ese mismo momento, pero lo recomendamos frío. ¡Recuerda conservarlo siempre en la heladera!
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