Un estudio señala que el 80% de las especies en peligro de extinción y áreas naturales protegidas del planeta, no cuentan con verdadero resguardo.
La importancia de las áreas de protección es enorme por estos tiempos. Durante el confinamiento debido a la pandemia de Covid-19, hemos visto desde las pantallas de TV de nuestros hogares, cómo los animales -relajados del asedio de la vida humana- copaban poco a poco sus hábitats naturales e incluso se acercaban a las ciudades. Contrariamente a este curioso y esperanzador fenómeno, la caza furtiva aprovechó la falta de controles para acechar a sus presas.
Todo este panorama ha dejado en evidencia que las especies vulnerables necesitan ser protegidas. Algo lógico pero que sin embargo está lejos de llevarse a la práctica, cuando en realidad son muchas las estrategias que los seres humanos podemos llevar a cabo, para ayudar a proteger a aquellas especies que viven en cierto grado de vulnerabilidad.
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Una de las acciones, indirecta pero imprescindible, es el resguardo de los lugares donde habitan las especies en peligro de desaparecer. ¿Vale la pena realizar enormes esfuerzos en mantener a salvo las poblaciones en riesgo, si no cuentan con un hábitat idóneo para poder desarrollarse y prosperar? El camino indispensable para salvar a las especies de la extinción es cuidar de sus hábitats naturales.
Una deuda pendiente desde 2010, la protección de los ambientes naturales
En el año 2010, la gran mayoría de las naciones suscribieron al Plan estratégico para la Diversidad Biológica de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), por el cual se comprometieron a hacer los esfuerzos necesarios para proteger y conservar al menos al 17% de su superficie territorial y al 10% de los océanos hacia 2020.
Pero el compromiso asumido no se refería a cualquier parte de su territorio, sino a aquellas regiones que fueran importantes para la biodiversidad, incluidas por supuesto las áreas protegidas.
Para poder hacer un seguimiento de este acuerdo, un grupo de científicos liderado por el Dr. Sean Maxwell y el profesor James Watson de la Universidad de Queensland, se tomaron el trabajo de revisar si las naciones han hecho o no los esfuerzos suficientes para alcanzar este objetivo.
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Lo que hicieron fue utilizar diferentes tipos de mapas de áreas protegidas, de especies amenazadas, de lugares donde se procesa el carbono de manera natural en tierra y mar, entre otros. Y según estos expertos, lo que se encontraron fue con algunos avances positivos, especialmente en lo que refiere a los ambientes marinos.
Otra es la realidad en relación a los sistemas terrestres, las investigaciones demostraron que poco se ha avanzado en ampliar la superficie de estas áreas protegidas, y no sólo eso sino que sobre lo poco que se avanzó hubo una pobre representación ecológica. Es decir, que no se han seleccionado en muchos casos las regiones más adecuadas a proteger, y se han visto muchas deficiencias en la gestión que se ha realizado sobre las mismas.
En conclusión: De allí que prácticamente el 80% de las especies amenazadas conocidas, y muchos ecosistemas marinos y terrestres, no están protegidos adecuadamente. Es un porcentaje muy alto.
Herramientas para el diseño de una estrategia de áreas protegidas
La mejor herramienta para asegurar la protección del medio ambiente es, según estos investigadores, una financiación adecuada. Pero es justamente el déficit financiero actual uno de los principales inconvenientes que se encuentran, a la hora de entender la razón del fracaso en el cumplimiento de las metas propuestas.
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Todavía podemos dar pelea, los autores del artículo consideran que aún hay margen para actuar, si se toman buenas decisiones a nivel gubernamental:
- Inversiones inteligentes: Se trata no sólo de invertir más, sino de hacerlo más inteligentemente, para esto se puede buscar apoyo y trabajar a la par de los pueblos indígenas, las comunidades locales y los actores privados comprometidos con la conservación.
- Nuevos modelos de gestión territorial: Se necesita además adoptar nuevos modelos de administración de la tierra, que recompensen el buen comportamiento de los agricultores, mineros y demás actores que participan en su explotación.
- Cubrir los baches legales: Poco se ha hecho desde el punto de vista legislativo. Hay leyes muy débiles, que pocas veces se aplican y hay muchos baches legales por cubrir aún.
Todavía estamos lejos, pero el diagnóstico adecuado de cada situación en particular, nos ayudará a encarar de manera integral los desafíos pendientes. En el mundo hay miles de profesionales preparados, para poner su inteligencia y capacidades al servicio del cuidado de nuestras especies en vías de extinción, y de sus preciados hábitats.