El consumo de carne es una de las causas de los gases de efecto invernadero y la deforestación. Ambos contribuyen al calentamiento global.
La responsabilidad de la actividad ganadera en el calentamiento global ha generado un debate con partidarios y detractores del consumo de carne.
En 2006, un estudio de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) aseguraba que la ganadería producía el 18% de los gases de efecto invernadero. Estudios posteriores empezaron a contradecir esta información, y hasta la misma FAO salió a desmentirla, sosteniendo que se había malinterpretado.
Pero en 2009, el Worldwatch Institute, que analiza los problemas ambientales globales, hizo una publicación que volvió a complicar el panorama. Según su investigación, la ganadería era la responsable del 51% de los gases de efecto invernadero. Esta cifra consideraba todas las emisiones indirectas de la producción de carne, como la respiración del ganado, la emisión de metano por sus heces y el uso de la tierra.
Desde entonces, se vienen sucediendo publicaciones que toman distintos parámetros de medición para afirmar o desmentir el impacto ambiental de la producción y, por tanto, el consumo de carne.
Las presiones de la industria ganadera
En 2016, un libro de Frank Mitloehner, investigador de la Universidad de California, aseguraba que la industria ganadera era responsable de apenas el 4.2% de las emisiones de gases de efecto invernadero en Estados Unidos.
El estudio fue aplaudido por la AFIA, la principal exponente de la industria ganadera de aquel país. Para poner las cosas en contexto, Estados Unidos tiene uno de los consumos de carne más altos del mundo. Un ciudadano promedio consume más carne, lácteos y huevos que la población media mundial.
Pero las críticas a los métodos aplicados por el estudio de Mitloehner no tardaron en llegar. Principalmente porque no medía todo el proceso de producción, desde la deforestación para sembrar alimento para ganado hasta la producción de desechos medioambientales.
Ante tantas idas y vueltas, una industria ganadera cada vez más fuerte y denuncias de que grandes medios de comunicación transmiten información falsa a cambio de dinero, lo cierto es que el calentamiento global no se detiene.
Lo que sí sabemos acerca de la producción de carne
Los cambios en la naturaleza están demostrando que el modelo de consumo actual debe cambiar. Nos guste o no, no alcanzan los recursos naturales para poder producir toda la carne que se demanda.
Mas allá de estudios que se contradicen, podemos destacar los problemas para el planeta que conlleva la producción de carne:
1. El gasto en agua potable
Estudios indican que la ganadería es la responsable del uso de entre el 20% y 30% del agua potable del mundo, un bien del que carece del 40% de la población global.
Para que un trozo de 500 gramos de carne llegue al plato de un consumidor se necesitan unos 9.400 litros de agua. Esto incluye desde la siembra de los granos para alimentar a los animales hasta el envasado y distribución de la carne.
2. El uso de los suelos
Parte de la industria ganadera utilizan métodos de engorde para evitar el pastoreo, alimentando al ganado con soja y otros granos. En otros casos, el ganado necesita pastar, por lo que se calcula que estos animales ocupan el 45% de la tierra habitable del planeta.
3. La matanza y el estrés de los animales
Se estima que, para poder responder a la demanda de productos animales y derivados, mueren más de 70.000 millones de animales al año. Esto significa más de 6 millones por hora, por lo que podemos imaginar lo que le cuesta a la naturaleza producir tantos recursos naturales para que la carne llegue a las mesas de los consumidores.
Además, la industria trata a los animales como recursos y no como seres sintientes. Se prioriza el mayor rendimiento con la menor cantidad de recursos. Debido a la hacinación en los corrales de engorde, las pésimas condiciones en las que crecen y el estrés constante al que están expuestos, muchos animales se enferman.
Para evitar pérdidas, los productores los llenan de medicamentos y hormonas que aseguren que todos los animales puedan ser utilizados.
La deforestación, otro gran problema
Según la FAO, del total de la superficie terrestre utilizada para la agricultura, el 70% está destinada para la alimentación de ganado. El 30% restante se usa para producir alimento para humanos.
Alimentos como la soja, que degradan la tierra y llenan de fertilizantes y pesticidas el suelo, se siembran principalmente para el consumo de animales. Entonces, más allá de qué estudio tiene la razón respecto a la contaminación por gases de efecto invernadero, preocupa la superficie que se necesita actualmente para poder criar y alimentar a los animales.
La consecuencia de esto es la deforestación. Y el problema es muy grave porque los bosques son los encargados de producir el oxígeno, regulan los suelos y son el hogar de gran parte de la biodiversidad del planeta. Sin ellos, no podremos sobrevivir.
Los intereses ganaderos llevan, muchas veces, a provocar incendios forestales. De esta manera, pueden tener más tierras para producir carne. Esto se debe a que el modelo agroindustrial está al límite de la superficie terrestre que necesita para su actividad.
Dietas basadas en vegetales, cereales y legumbres, una solución
Según las estimaciones de la huella alimentaria, en la actualidad necesitamos los recursos naturales de dos planetas Tierra para responder a las demandas de alimentos de la población.
Es urgente, por tanto, una transformación de la manera en que producimos y consumimos alimentos.
Si consideramos la poca tierra disponible para sembrar alimento, ¿debería ser una prioridad comenzar a utilizar el 100% para sembrar alimentos para los seres humanos? Y también debemos preguntarnos: ¿vale la pena consumir carne con todo el daño que genera en el medioambiente?