Cada día nos paramos frente al armario y elegimos nuestro outfit. Pero, ¿tenemos noción de lo que implican las prendas que usamos más allá de la moda?
Casi siempre que nos vestimos lo hacemos teniendo en cuenta cómo nos vemos. Seleccionamos, descartamos y nos decidimos por algunas prendas ignorando muchas cosas que se ocultan detrás de ellas.
Fuera de la apariencia, la ropa puede tener efectos bastante perjudiciales para nuestra salud y la del ambiente, llegando a generar daños irreversibles. Es necesario, entonces, pensar en la moda tóxica cada vez que nos decidimos por una u otra prenda, es decir, el impacto ecológico que tienen nuestras elecciones en materia de ropa, que puede llegar a ser casi tan grave como la contaminación producida por el petróleo.
La contaminación producida por la moda tóxica cada vez más cerca de los hidrocarburos
La contaminación es intrínseca a muchas de nuestras prácticas, y la del vestido no está exenta. Es más, los residuos provocados por la industria de la moda son cada vez peores, y por ello es necesario tener presentes algunas cuestiones.
En cuanto al daño generado al ambiente, la moda se halla en segundo lugar, después del petróleo. Esto quiere decir que no es inocente preferir un tipo de tejido por sobre otros. En concreto, la manera en que nuestra ropa contamina los océanos proviene precisamente del hecho de que se fabrica con fibras sintéticas, es decir, con plástico.
Existen islas enteramente formadas por desechos plásticos en muchas partes del océano. Esto genera problemas muy graves en los ecosistemas marítimos, produciendo muertes a gran escala. El problema, más allá de los trozos de plástico, son los microgránulos que las purificadoras son incapaces de retener, y que se desprenden tanto de los tejidos sintéticos como de la pasta dental, los exfoliantes, y de muchísimos otros productos de uso cotidiano.
Uno de los grandes males que contribuyen a la contaminación es la llamada fast fashion, que produce prendas baratas a base de fibras sintéticas pero que se gastan bastante rápido. Son muy poco resistentes y luego de un corto período de tiempo se convierten en basura, generando millones de toneladas de desechos. La única manera de revertir la situación es reduciendo nuestro consumo e invirtiendo en ropa de calidad. Aunque es más costosa, es mucho más duradera y no es necesario cambiarla con tanta frecuencia. El círculo vicioso de comprar y tirar compulsivamente sólo puede cortarse si realmente estamos dispuestos a cambiar.