La contaminación sonora es otro de los problemas que los humanos generamos en la naturaleza. ¿Cómo la provocamos?
Cuando hablamos de contaminación, en lo primero que pensamos es en desechos químicos industriales, gases o residuos liberados al ambiente. Pero existe también la contaminación sonora, generada por los ruidos que hacemos los humanos.
Y es un grave problema con efectos negativos tanto en nuestras vidas como en la naturaleza. Para alertar sobre su grave, pero casi desconocido impacto, cada año se conmemora el Día Internacional de Concienciación sobre el Ruido el último miércoles de abril.
La contaminación sonora afecta a humanos, animales y plantas. Es un problema serio que, según los científicos, tiende a ser desvalorizado.
Además, la monitorización de la contaminación sonora es más difícil de conseguir. Esto se debe a que los sonidos no persisten en el medioambiente como, por ejemplo, los contaminantes químicos, sino que se expanden a cientos de metros de su origen.
En nuestras ciudades se producen sonidos y ruidos que tienen diferentes intensidades y perdurabilidades. Los ruidos generados por los motores de los vehículos, actividades industriales, de construcción, entre otros, conforman la contaminación acústica.
La intensidad del sonido se mide en decibeles (dB). Por ejemplo, el ruido del tráfico en movimiento puede ser de 80 a 90 dB; o el de una obra en construcción, de 100 a 110 dB. Y la Organización Mundial de la Salud advierte que puede haber deterioros auditivos en los humanos cuando se superan de 75 a 125 dB.
Si bien a los humanos el ruido nos afecta de diversas maneras, la diferencia con el resto de los animales es que nosotros sabemos de dónde provienen los ruidos, pero los animales no.
Los animales huyen cuando escuchan sonidos fuertes. Es lo que haríamos nosotros si, por ejemplo, estando en un edificio suena una alarma. Con seguridad, saldremos lo más rápido posible de allí. Lo mismo sucede con los animales, pero ellos lo que abandonan son sus hábitats.
Los ruidos humanos afectan hasta a los animales que viven en áreas protegidas cercanas a los grandes centros urbanos.
Esto fue demostrado en un estudio publicado en la revista Science, donde investigadores de la Universidad de Colorado descubrieron que la contaminación sonora invadió la mayor parte de las áreas naturales protegidas de Estados Unidos.
Sorprendentemente, en el 63% de las áreas protegidas los niveles de sonido humanos duplicaron a los naturales.
Los problemas de contaminación sonora generan lo que los científicos llaman un efecto cascada, que altera la integridad de los ecosistemas. Así, muchos animales que juegan un rol fundamental para la dispersión de semillas huyen, por lo que las plantas terminan siendo víctimas colaterales.
O las aves ahuyentadas abandonan sus nidos; mientras que otros animales como los felinos ven en riesgo su supervivencia al no poder oír a sus depredadores o presas.
Lamentablemente, son más los animales afectados por la contaminación sonora. Uno de ellos son las ranas, que se comunican mediante sonidos para aparearse. También los cetáceos, que dependen de la acústica para sobrevivir en el mar, son afectados por barcos de pesca, comerciales o militares que emiten ondas sonoras.
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