Si queremos cambiar nuestros hábitos de consumo, tenemos que poder disponer de artículos de higiene femenina sostenibles y accesibles. ¿Cuáles son los desafíos para lograr una gestión menstrual sostenible?
Desde su surgimiento, el feminismo ha instalado debates sociales sobre el derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo. Esta conquista social y cultural sobre la soberanía corporal también ha ido moldeando hábitos de consumo. Hoy, uno de los desafíos es poder contar con productos ecológicos de primera necesidad. Y, claro está, accesibles para todas.
Poder decidir conscientemente sobre nuestro cuerpo es fundamental para poder determinar cuestiones inherentes a nuestra salud. Por ejemplo, la libre decisión sobre el parto, que actualmente puede ser asistido en el hogar; el derecho a optar a determinadas prácticas médicas para evitar la violencia obstétrica; elegir métodos anticonceptivos.
Y, en un mundo que nos lleva a ser cada vez más conscientes de lo ambiental y la salud, debemos tener la posibilidad de evitar el consumo de tampones y compresas que contienen sustancias químicas e industriales como el asbesto, la dioxina y el rayón.
Frente a esto, el surgimiento de las copas menstruales y las compresas ecológicas de tela reutilizables abre el juego a la toma de decisiones desde un consumo sostenible. Y también a la necesidad de acceder a información para poder elegir el método de higiene femenina más conveniente desde temprana edad.
En relación a esto último punto, aunque parezca no tener relación directa con los nuevos consumos sostenibles en relación a los artículos de higiene femenina, en algunos países resuena el reciente concepto de soberanía menstrual.
La menstruación y el consumo sostenible en la agenda política
El movimiento feminista insiste en que la menstruación es un tema de política pública y de sostenibilidad. Por eso es importante hablar de soberanía menstrual y la accesibilidad a la gestión menstrual.
Las mujeres menstruamos cada mes y esto nos hace dependientes de los artículos de higiene femenina durante todo el tiempo que dure nuestra vida fértil. Esto implica, además, un gran gasto, cualquiera sea nuestra condición social.
¿Qué significa esto en términos de salud pública y sostenibilidad? Por un lado, que debemos poder contar con opciones ecofriendly. Por otro, que la accesibilidad a esos productos de higiene femenina sostenibles debería estar asegurado. Hoy, las alternativas ecológicas no suelen ser económicas y para mujeres de bajos recursos resultan inaccesibles.
Además, la existencia de productos ecológicos debería informarse como parte de la educación sexual de niñas y adolescentes.
Impacto ambiental de la gestión menstrual
Para entender mejor cuál es el desafío al que nos enfrentamos, tomemos el ejemplo de lo que está sucediendo en la India. Según datos publicados por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en este país el 84% de las mujeres no tiene acceso a toallas sanitarias, y en caso de poder disponer de ellas no cuentan con alternativas de consumo responsable para reducir el desperdicio de plástico.
Si consideramos que la vida fértil de una mujer tiene una duración de alrededor de 40 años, cada mujer puede llegar a utilizar más de 10.000 toallas higiénicas o tampones. Es decir que genera 65 kilogramos de basura.
Entonces, ¿hasta qué punto poder disponer de varias alternativas de productos de higiene femenina es una decisión personal e individual? Otra vez, en materia de conquistas de derechos de la mujer podemos afirmar: lo personal siempre es político.
Se habla de soberanía menstrual en relación al acceso universal y gratuito a complementos de higiene femenina reutilizables que permita a las mujeres gestionar su menstruación, un concepto aún poco desarrollado, pero que ya en algunos países pioneros en el tema (como Escocia) se ha puesto en práctica.