¿Cómo constituir democracias basadas en igualdad? Dialogamos con la politóloga Flavia Freidenberg sobre los desafíos de la década para la inclusión de mujeres en política.
En los primeros años del siglo XXI, este patrón comenzó a cambiar. Hoy, la Organización de las Naciones Unidas declara a la igualdad de género como objetivo clave dentro de su agenda de Desarrollo Sostenible, un derecho humano. Y plantea que es esencial la inclusión de mujeres en el ejercicio democrático.
Una de las metas de este objetivo es asegurar la participación plena y efectiva de las mujeres y la igualdad de oportunidades de liderazgo en todos los niveles decisorios en la vida política, económica y pública.
Para visibilizar esta meta en el Día de la Mujer, dialogamos con Flavia Freidenberg*, fundadora y coordinadora de la Red de Politólogas #NoSinMujeres, que visibiliza las brechas de género existentes en la Ciencia Política en Latino América.
Ya en inicio de su charla con Ecocultura, asegura que la política latinoamericana, desde la restitución de las democracias hace casi 40 años, ha excluido sistemáticamente a las mujeres de la vida pública. El manejo del Estado y el ejercicio del poder ha sido una cuestión exclusiva de hombres.
En términos de las Naciones Unidas, las mujeres están infrarrepresentadas en todos los niveles de liderazgo político. Hay un largo camino a recorrer en la agenda hacia 2030 en materia de inclusión. Hablamos con Flavia sobre los desafíos que enfrenta América Latina para poder cumplir con esta meta.
– ¿Cuán cerca estamos de alcanzar estas metas de inclusión en la región?
– Las mujeres que participaban en política eran intrusas o supermujeres que estaban subvirtiendo el orden establecido. Esta idea ha cruzado la vida pública latinoamericana y se ha ido modificando por el paso del tiempo por el trabajo que han ido haciendo nuestras mujeres desde los movimientos sociales, las organizaciones sociales y los partidos políticos.
Después de los países nórdicos, América Latina ha sido la región que más ha impulsado las medidas de acción afirmativa: las leyes de cupo, que en los últimos años se han transformado en una legislación conocida como el principio de paridad de género.
Según la entrevistada, América Latina es un faro para la comunidad mundial en la inclusión de mujeres en la vida pública. Pero insiste en que todavía queda mucho trabajo por hacer para que la igualdad sea reconocida como un derecho humano por toda la sociedad para “transformar la idea de democracia”.
– ¿Cuál es la situación concreta en América Latina?
– Hoy ya hay 10 países que han aprobado en la región algún principio de paridad. La mayor parte de los países han firmado en 2015 el Consenso de Quito, que es la norma marco para la consolidación de la democracia paritaria, pero solo 10 han aprobado alguna ley de paridad. En la agenda 2030 se plantea una meta clave, que es garantizar la igualdad en la participación política.
¿Cómo construye América Latina en ese objetivo? Generando reformas electorales y políticas para garantizar la igualdad en el acceso al poder a partir del uso de acción afirmativa o principio de paridad en el registro de las candidaturas de los partidos. El cuello de botella está en cómo los partidos presentan candidaturas.
– ¿Esto corre también para candidaturas presidenciales?
– En Ecuador esta paridad es para fórmulas presidenciales. Lo que encuentras es que hay una exigencia de que si presentas una candidatura presidencial masculina su vicepresidente tiene que ser mujer. Eso está en el régimen electoral de género y también en la última reforma de Honduras. Pero esto es nuevo. En general, esas reformas están orientadas a las candidaturas a los legislativos nacionales. Y es ahí donde más crecimiento hemos tenido.
Cuanto más fuerte es la norma, mayor es la representación de mujeres. Y esto está demostrado empíricamente. Por supuesto que el sistema electoral importa. Si el voto va para una lista cerrada, más garantizada está la participación de mujeres. Si el sistema de elección es preferencial -o sea que puedes elegir a quién votar dentro de los candidatos de la lista- puede ocurrir que no se vote por mujeres. Esto ha pasado en Perú, en Honduras y en Ecuador, que ha tenido este sistema hasta este año.
En su charla con Ecocultura, Flavia explica que las legislaciones de paridad están ayudando a la inclusión de mujeres en la política latinoamericana.
Cita el caso de Bolivia, que tiene un parlamento constituido por un 53% de mujeres. Para la politóloga, el caso boliviano es modelo porque esta paridad también representa diversidad étnica y cultural.
México es otro de los casos resaltados por Freidenberg con una legislatura paritaria.
– En este escenario, sin hacer futurología, ¿cuán probable es lograr para 2030 que la voz de las mujeres esté representada de manera igualitaria respecto a los hombres en el ejercicio del poder en América Latina?
– Si fuéramos capaces de hacer una mayor pedagogía, una mayor difusión donde la ciudadanía sea más consciente de la importancia de romper los obstáculos, los techos que dificultan el acceso de las mujeres a las política, quizá pudiéramos pensar en tener 15 o 18 países que al menos exigieran paridad a través de normas. Podríamos soñar con eso.
Lo que creo es que nos falta sortear otros dos desafíos: que más mujeres en los cargos supongan más mujeres con poder para tomar decisiones en los órganos de decisión internos de los congresos. Es decir, que no solo haya mujeres, sino que haya mujeres que tengan el poder para tomar decisiones. Y el otro desafío es que esas mujeres estén comprometidas con una agenda de la igualdad, algo que veo más difícil de alcanzar para 2030.
Para Freidenberg, es también fundamental que las mujeres con poder de decisión en la política sean abanderadas de la inclusión y la igualdad. Esto allanaría el camino para alcanzar la constitución de poderes democráticos paritarios.
– ¿Cuál es el camino de las mujeres hacia la igualdad en política?
– Ser mujer no significa luchar por la igualdad. Eso es una ideología y no viene con nuestro sexo biológico. Ahí hay toda una agenda de trabajo que debemos fortalecer y que tiene que acompañar las reformas. Hacer pedagogías de las reformas; hacerlas viajar mejor entre países; tener capacidad de incidencia sobre las élites que toman decisiones sobre cuáles son las mejores reglas de juego para la democracia.
Necesitamos acompañar más a las mujeres políticas en la agenda. Exigir y preguntar: “¿Para qué quiere ser usted diputada, alcaldesa, gobernadora?”. Eso supone una serie de prioridades. En política hay múltiples agendas e ideas y no todos tienen que defender lo mismo. Esta no es una agenda de izquierdas. Se supone que si eres progresista o de izquierda deberías defender una serie de ideas, pero a esta altura de la vida garantizar la participación política de las mujeres es un derecho humano.
– Hoy vemos que son cada vez más las mujeres con incidencia en la vida pública. No sólo desde la política, sino también desde el activismo, la sociedad civil. ¿A qué obedecen estos cambios?
– La participación de mujeres es un proceso gradual. Ninguna de nosotras nació sabiendo lo que tenía que hacer. Muchas de nosotras durante mucho tiempo no éramos parte de este movimiento. Es un proceso de empoderamiento que va pasando por el reconocimiento de nuestros derechos. Y eso supone transformar no solo nuestro trabajo público e incidencia política, sino también nuestros espacios privados, laborales, familiares.
Muchas de nosotras nos encontramos con el desafío de que si queríamos avanzar profesionalmente teníamos que sacrificar la parte personal. Eso es una transformación social que acompaña la vida de muchas mujeres. No me gusta reclamarle a las mujeres mayor participación, cada una aporta desde donde puede, de cómo lo ve y cómo lo siente. Creo que cada vez más las mujeres están irrumpiendo en la política porque estamos rompiendo estereotipos. De todas maneras, el costo personal todavía es muy alto.
(*) Flavia Freidenberg es doctora por la Universidad de Salamanca. Investigadora del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Nacional Autónoma de México, profesora del Posgrado en Ciencias Políticas y Sociales e integrante del Padrón de Tutores del Posgrado en Derecho de la misma Universidad. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores del CONACYT y coordinadora académica del Observatorio de Reformas Políticas de América Latina de la Organización de los Estados Americanos (OEA). Es fundadora y coordinadora, junto a un grupo de colegas, de la Red de Politólogas – #NoSinMujeres desde 2016.
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