En la era digital disponemos de más cantidad de información que la capacidad que tenemos para asimilarla. El exceso de datos puede provocarnos estrés, ansiedad, confusión y aislamiento.
En las sociedades modernas vivimos rodeados de pantallas que reproducen gran cantidad de información que muchas veces no sabemos como procesar. Un mar de estímulos de datos que provienen desde los televisores, teléfonos móviles, publicidad en medios escritos, digitales y audiovisuales. Desde las redes sociales, servicios de mensajería por whatsapp, telegram, mensajes de texto, correos electrónicos y los mensajes de voz en nuestros teléfonos, también inciden en la sensación de saturación de información en nuestro cerebro.
El fenómeno del exceso de información se conoce como infoxicación, es decir cuando la información que nos rodea o aquellos que creemos tendríamos que conocer, supera nuestra capacidad de asimilación.
En España Alfons Cornellá a principios en 1999 utilizaba el término intoxicación para referirse a la contaminación informativa por exceso de información.
La cantidad de datos disponibles que tenemos actualmente se incrementó en progresión geométrica a los que teníamos antes. Ahora bien, ¿qué hacemos con esta avalancha de datos?, ¿disponemos de las herramientas para gestionar y elegir qué información vamos a consumir?
El exceso de información puede provocar el Síndrome de fatiga, es decir un elevado nivel de estrés de la persona que intenta asimilar el caudal de información que les llega de los periódicos, teléfonos móviles, televisión, sitios de internet y libros.
El IFS (Information Fatigue síndrome), fue acuñado por el psicólogo británico David Lewis y puede definirse como un estado psicológico de hiper excitación y ansiedad que se produce por un exceso de información que puede producir inseguridad, y miedo por no poder manejar ese volumen de información existente. Este estado puede conducir además del estrés a una parálisis de la capacidad analítica, produciendo imprecisiones o conclusiones erróneas.
El Síndrome de Fatiga Informativa (IFS) o Technostress, creado por David Lewis, fue publicado por primera vez en un informe de la agencia Reuters titulado Dying for information? en octubre de 1996. El psicólogo estudió a 1.300 directivos de Reino Unido, Estados Unidos y Hong Kong.
El Tecnostress es una patología provocada por la incapacidad de hacer frente a las nuevas tecnologías informáticas de forma saludable. Suele manifestarse tanto en aquellas personas que les cuesta más adaptarse a su existencia, como en aquellas que tienen un exceso de identificación con ellas.
Los expertos advierten que en realidad lo que tenemos es un exceso de datos, más que de información. El problema está en su procesamiento y para esto también se requiere un aprendizaje. Lo primero que hay que considerar es que los datos difundidos responden a siete preguntas básicas. ¿Qué sucedió?, ¿Cuándo sucedió?, ¿Dónde ocurrió? ¿Quiénes participaron?, ¿Por qué? y ¿Para qué?.
Luego, la información está vinculada con la capacidad de responder preguntas que expliquen los datos aportados, es decir por qué sucedió esto o aquello y cuál es la razón de que las cifras suban o bajen, por ejemplo.
La información requiere de la capacidad del pensamiento. Los datos dicen lo que está sucediendo, pero la información nos ayuda a comprender por qué sucede y acá la capacidad de discernimiento es clave. Saber que es una cosa y que es la otra para diferenciar a ambas creando principios y criterios es fundamental. Comprender el sentido de las cosas, de la información que circula es clave para jerarquizar lo urgente, de lo importante, lo necesario de lo superfluo.
Gestionar semejante caudal de información que nos llega a diario, plantea la incorporación de herramientas prácticas para que podamos protegernos de este mar de estímulos de datos.
Limitar la infoxicación es una manera de protegernos ante el exceso de información que puede provocarnos estrés, ansiedad, confusión y aislamiento.
Entre las recomendaciones para limitar la infoxicación, se sugiere silenciar los teléfonos en reuniones familiares, de amigos o de trabajo, apagar el televisor durante la comida familiar y el teléfono móvil a la hora de descansar. Evitar tener el televisor en la habitación donde se descansa. Dejar de consultar las redes sociales e internet unas tres horas antes de ir a dormir.
Algunas señales y síntomas pueden advertirnos de que somos víctimas del exceso de información.
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