La huella alimentaria o huella ecológica de alimentos evidencia el problema del desperdicio de alimentos. ¿Estás tú contribuyendo a esto?
El aumento de la población mundial, la sobrexplotación de los recursos naturales y los pocos espacios para producir alimentos aumentan las preocupaciones para optimizar la distribución de alimentos en el planeta.
Se calcula que cada persona necesita 2,7 hectáreas por año para producir la comida que consume. Esto es lo que se conoce como huella alimentaria o huella ecológica de alimentos. Es decir, la superficie de planeta necesaria para producir nuestros alimentos y, a la vez, asimilar las emisiones de gases tóxicos que se generan en esta actividad.
Pero los recursos naturales son finitos e insuficientes para satisfacer demandas que aumentan cada vez más. La huella alimentaria indica que, con los recursos naturales actuales, cada habitante del planeta solo podría contar con 1,7 hectáreas. Si a eso le sumamos que cada año se desperdicia un tercio de la producción global alimentaria, estamos ante un grave dilema.
¿Cómo se traduce esto? Significa que hemos agotado a la Tierra: hoy, se necesitan los recursos naturales de dos planetas para responder a las demandas de alimentos.
Para producir alimentos se explota la Tierra. Se requiere de grandes cantidades de agua para los cultivos; los ecosistemas son devastados para la siembra y crianza de animales o sobreexplotados por la pesca. El costo ambiental es inmenso.
Y tanta degradación ambiental para encima después desperdiciar alimentos. Ya en el inicio de la cadena de producción se descartan alimentos considerados poco atractivos. Durante la etapa de procesamiento y envasado, además de desechar alimentos, se utilizan envases que requieren de más recursos naturales y terminan contaminando el planeta.
A la hora de la comercialización, en tanto, muchos alimentos se pierden o pudren en los grandes almacenes o durante su distribución. Y al final de la cadena nos encontramos los consumidores, que solemos comprar más de lo que vamos a consumir o dejamos que los productos caduquen.
Todo esto ocurre en un contexto de hambre y pobreza mundial. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en 2020 el 8,9% de la población mundial pasó hambre y se prevé que en 10 años la cifra aumente a 9,8%.
Según la FAO, los países en desarrollo desperdician más durante la etapa de producción agrícola; mientras que los sectores desarrollados desperdician en el comercio y el consumo.
La FAO brinda, además, una serie de datos alarmantes:
El Informe de Nutrición Mundial advierte que la inequidad es la principal causa de desnutrición en el mundo.
La medición de la huella alimentaria permite evidenciar las deficiencias en la producción y el consumo de alimentos. Además, funciona como un indicador para estimar la cantidad de desperdicios que se generan en un mundo por demás desigual.
El uso de esta herramienta permite concientizar a los productores, los gobiernos y los consumidores de cara a la realidad de que cada vez habrá mas bocas que alimentar, pero contaremos con menos recursos.
La FAO calcula que la producción mundial de alimentos deberá incrementarse en un 60% para 2050 si queremos satisfacer a toda la población.
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