Se han detectado cinco islas de plástico en los océanos del planeta. Se prevé que para el 2050 haya más plásticos que peces en el mar.
Hay cinco “islas” de plástico alrededor del mundo. La más grande de ella mide 1.6 millones de kilómetros cuadrados y está ubicada en el Pacífico Norte. A pesar de la limpieza que hacen algunas ONG, no paran de crecer.
Hace años que ambientalistas, oceanógrafos e instituciones vienen advirtiendo sobre la enorme cantidad de plástico que termina en el mar.
Actualmente existen cinco islas de plástico en el mar, formadas por las distintas corrientes marinas que atraen y concentran los residuos en grandes masas flotantes. Se las conoce también como “sopas de plástico” o “islas de basura”.
Aunque sean llamadas islas, no son masas sólidas en las que las personas puedan desembarcar. En realidad, son masas de plásticos, redes y otros desechos que flotan en el mar, y que concentran su mayor volumen de residuos debajo del agua.
El trayecto de los plásticos comienza en los vertederos, aguas residuales o desechos vertidos a ríos que desembocan en el mar. También influyen los desechos accidentales y de algunos barcos.
Pero el gran problema es la cantidad de productos de plásticos que consumimos los humanos. Como el consumo no cesa, según Greenpeace, el 79% de los plásticos desechados terminan en el mar.
Es decir que, a pesar que tiremos los plásticos a la basura, hay una gran posibilidad que estos lleguen al mar. ¿Por qué? Porque los desechos no siempre son tratados correctamente. Y a esto se suma la acción de las tormentas o el viento, que muchas veces empujan los residuos hasta el agua.
Si bien se las conoce como islas de plástico, las grandes masas están compuestas, casi en la mitad de su volumen, por redes de pesca. También las integran otros desechos sólidos que tardan en desintegrarse, sobre todo en el agua.
El problema con las “redes fantasmas” (redes de pesca en desuso que han quedado en el mar) es que, a medida que se desplazan, atrapan peces, tortugas y otros animales marinos.
Organizaciones como Ocean Voyages Institute se dedican hace años a limpiar estas grandes islas, recogiendo los residuos y reciclándolos. Desde 2009, la ONG documenta los hallazgos para crear conciencia sobre este grave problema.
El impacto en los ecosistemas marinos es colosal. Estas masas flotantes no solo matan animales, sino que también generan microplásticos.
Los microplásticos se forman en el mar porque el oleaje y los rayos UV degradan el plástico. Primero se rompen en trozos grandes, y luego en pedazos más y más pequeños. Al ser tan pequeños, terminan en los estómagos de los peces y las aves y, por tanto, en los humanos que consumen estos animales.
Otro gran problema es que, a pesar de los esfuerzos, no se logra retirar todo del plástico. Se calcula que hasta un 70% de los plásticos desciende a la profundidad del océano, lo que dificulta su extracción.
Además, con la limpieza no se alcanza a disminuir el tamaño de las islas, porque los plásticos nunca paran de llegar al mar.
Greenpeace publicó un cuadro para tomar dimensión de cuánto tarda en descomponerse cada elemento que consumimos.
Estos alarmantes datos tienen relación directa con la preocupante previsión señalada en el Foro Económico Mundial en 2019: para el 2050, la cantidad de plásticos en el mar superará a la cantidad de peces.
Impactante, ¿verdad? Deberíamos pensarlo cada vez que consumimos, sobre todo, los plásticos de un solo uso como cubiertos, vasos o bolsas.
Sin duda, las acciones individuales son fundamentales. Es importante tener presente la regla de las “3R” (reducir, reutilizar y reciclar). También, apoyar el consumo local en ferias, evitando comprar productos empaquetados para minimizar los desechos.
Las acciones colectivas no son menos importantes. Puedes participar en debates y acciones que presionen a los gobiernos para que apliquen políticas más ecológicas. Por ejemplo, que los Estados financien la cantidad de proyectos que ya existen para suplantar plásticos. La falta de inversión en estos desarrollos impide su crecimiento y popularidad.
Es probable que los cambios estructurales dependan más de las voluntades empresariales y políticas. Pero las acciones individuales, que operan junto a las colectivas, pueden ayudar a frenar la tendencia.
Por eso es tan necesario dimensionar este problema. Debemos cambiar nosotros, para luego cambiar al sistema. ¡Tú ya puedes empezar a hacerlo!
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