El consumo de carne de tortuga e iguana en cuaresma pone en riesgo la supervivencia de estas especies en Colombia y alimenta el tráfico ilegal.
En tiempos de cuaresma, la tradición católica prohíbe comer carne roja. Son 40 días hasta la celebración de la Pascua, en los que los lugareños de la región del Caribe colombiano se inclina hacia otra opción además del pescado: consumir la carne de la iguana verde y de especies de tortuga como la hicotea, morrocoy y caimán. Y esto a pesar de ser especies en peligro de extinción.
El comercio y tráfico de animales exóticos es una actividad ilegal con penas a partir de los 108 meses de cárcel y sanciones económicas de 35.000 pesos colombianos. Pero nada desalienta la demanda que se eleva en tiempos de Semana Santa y cuyo tiempo de captura de animales comienza en el verano.
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La demanda que afecta la biodiversidad en cuaresma
Desde el Instituto Humboldt de Colombia se advierte a la población sobre el terrible daño ocasionado a la biodiversidad, especialmente en referencia al comercio de huevos de iguana y carne de estos reptiles y de tortugas.
En un país donde las tortugas hicotea y morrocoy ya están catalogadas como especies vulnerables a la extinción, ciertas tradiciones pueden causar un grave impacto ambiental. «El llamado es a celebrar las fechas religiosas de una manera armoniosa con nuestros recursos naturales”, sostiene Hernando García Martínez, director del Instituto Humboldt.
Las iguanas verdes aún no se encuentran amenazadas como especie en extinción, pero la captura de hembras para abrirlas y extraerles sus huevos es una práctica cruel, que se realiza con total impunidad en varias localidades.
La crueldad animal al servicio del comercio
La naturalización de la crueldad animal y la tortura de estos reptiles comienza desde su captura. Y se prolonga incluso con la costumbre que tienen algunos vendedores de abrirlas y rellenarlas con piedras mientras aún siguen con vida, solo para mostrar su oferta al público.
«Esa práctica nefasta de rellenar los vientres de las iguanas se ve con frecuencia en sitios de Córdoba y Sucre. Sin embargo, algunos de los cazadores solo las abren, les sacan los huevos y las dejan así hasta que mueren”, explica Andrés Rymel Acosta, investigador del área de Herpetología del Instituto Humboldt.
Combatir estos delitos ambientales no es tarea fácil cuando se cuenta con el consentimiento de los habitantes, no sólo en Colombia, sino a nivel planetario también.
Según registros de la Interpol, el tráfico ilegal de animales es el tercer negocio más grande y rentable en todo el mundo que genera ganancias por al menos 17.000 mil millones de dólares.