La exigencia de mostrarnos siempre positivos sin prestar atención a las emociones puede ser perjudicial. Es lo que se llama positivismo tóxico.
En un contexto pandémico, y en general, el positivismo extremo puede ser tóxico. Los sentimientos negativos son naturales, por lo que intentar taparlos con una máscara de felicidad resulta perjudicial para la salud. Lo que los especialistas aconsejan es prestar atención a las emociones y transitarlas.
Y es que, paradójicamente, mantener una actitud de optimismo excesivo y permanente ante cualquier circunstancia, niega y tapa las otras emociones. De eso se trata el optimismo tóxico: imponernos una actitud falsamente positiva, cuando en realidad sentimos otra cosa.
La tristeza, angustia, miedo, ansiedad o estrés son emociones normales si nos enfrentamos a la incertidumbre de la crisis mundial que estamos afrontando. La Organización Mundial de la Salud y La Organización Panamericana de la Salud aseguran que con la pandemia es normal y comprensible que las personas experimenten estos sentimientos.
El psicólogo Antonio Rodellar, especialista en trastornos de ansiedad, explicó al medio BBC que todas estas emociones tienen una utilidad y no se pueden ignorar. Enfocarse en los aspectos positivos de situaciones malas que nos ocurren puede ser constructivo, pero llevado a un extremo nos genera una baja capacidad de afrontar las situaciones.
Además, agrega que “negar las situaciones dolorosas y dañinas de la vida es como mirar la realidad con un solo ojo”. Esto nos vuelve mas vulnerables ante momentos difíciles porque al mirar solo lo positivo tenemos una versión ingenua de la realidad.
Tal como muestra este video, cuando una persona experimenta emociones negativas, lo que necesita es hablar, ser escuchada y que se le de valor a lo que siente.
La inundación de mensajes como “todo va a estar bien”, “si eres optimista, la vida te ayudará” o “podría ser peor” pueden tener buenas intenciones. Pero también genera juicios morales sobre cómo deben sentirse las personas.
Esto sucede sobre todo en las redes sociales, donde las personas solo publican y comparten sus momentos de felicidad. En la virtualidad, todo parece ser bueno y perfecto y muchas personas inevitablemente comparan su propia vida con las que ven allí.
Aquellas personas afectadas por el positivismo tóxico son incapaces de expresar sus emociones negativas, incluso con su círculo social. La consecuencia es que todas esas emociones se terminan expresando en el cuerpo, muchas veces como enfermedades. Las emociones negativas se acumulan y pueden llegar a explotar todas juntas.
Los psicólogos advierten que se pueden producir desde ataques de ansiedad hasta síndromes de colon irritable. Además, ante la incapacidad de hacer una valoración objetiva de la realidad, se pueden alimentar expectativas irreales, alejándose cada vez más de la realidad.
El psicólogo Rodellar sostiene que está muy bien pensar que todo va a estar bien, pero eso no quiere decir que todo el proceso va a ser placentero. Lo más sano es pensar que si nos sentimos mal, eso también pasará. Todas las emociones poco a poco desaparecen y hay que transitarlas.
No se trata de no ser optimistas, sino de validar cómo nos sentimos cuando estamos mal. No negar que nos ocurre algo malo, sino tratar de identificarlo para aprender de ello. Por eso es fundamental que aquellos que se sienten mal puedan expresarlo, y sobre todo, ser escuchados.
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