¿Cuánto de lógico tiene un zoológico? Te respondemos dándote cinco motivos por los que no deberías visitar estos sitios con animales en cautiverio.
Los primeros zoológicos modernos, como los conocemos hoy, aparecieron a fines del siglo XIX con la idea de estudiar y conservar especies animales, y educar a la sociedad sobre las mismas.
Sin embargo, en pleno siglo XXI sabemos que las premisas con las que se fundaron perdieron toda lógica. Por eso, te contamos cinco razones por las cuales no visitar un zoológico.
¿De qué sirve conservar a una especie adentro de una jaula? Ninguna jaula es lo suficientemente grande para que un animal sea libre. La única manera en que podemos salvar a las especies, es conservando y protegiendo sus hábitats naturales.
Además, los zoos no esterilizan a los animales porque los nacimientos de bebés siempre atraen más público. Y el problema es que todo animal que nace en cautiverio difícilmente pueda vivir alguna vez en libertad.
En los zoos no vemos los comportamientos naturales de los animales porque en cautiverio no tienen ninguna oportunidad de estimulación física o mental. Por lo tanto, no aprendemos nada sobre ellos.
El encierro les produce estrés y sufrimiento, y los enferma de zoocosis (enfermedad que padecen los animales en cautiverio).
Los zoos enseñan a las personas que es aceptable mantener animales encerrados en recintos donde viven aburridos, solitarios, privados de todo control sobre sus vidas y lejos de sus ambientes naturales.
Privar a un ser que siente de su derecho a la vida en libertad es un acto de crueldad. Los animales están encerrados todas sus vidas para que los visitantes pasen y los vean sólo unos minutos.
Con toda la información de la que disponemos hoy -como programas de televisión educativos, documentales o internet- podemos aprender sobre los animales sin provocarles ningún sufrimiento. Además, allí si veremos sus comportamientos naturales.
Los zoos se presentan como un buen programa de domingo para que los niños conozcan al imponente león o cualquier otro animal. Es decir, se presentan como un paseo donde se supone que los animales deben entretenernos.
El entretenimiento es un negocio que seguirá existiendo mientras exista la demanda. Si la gente deja de asistir a estos recintos, los zoos perderán su principal fuente de ingresos y se verán obligados a cerrar.
En efecto, a lo largo del mundo ya hay varios que lo están haciendo.
Si reconocemos que los animales sienten -como nosotros- miedo, alegría, frío, hambre, sed, amor, podremos reconocerlos como individuos. Y, por lo tanto, podremos reconocerlos como dueños de sus propias vidas.
¿Sabías que a fines del siglo XIX también existían los zoos de humanos? Si eso hoy nos parece descabellado, esperamos que la evolución humana haga que, en unos años, los zoos de animales también lo sean.
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