La piel puede ser un indicador bastante fiel acerca de nuestros momentos de mayor estrés. Si bien es un efecto secundario, no hay que dejar de prestarle atención, sobre todo porque la piel es, en muchos casos, el lugar donde nuestra ansiedad se transmite de forma directa.
La pellizcamos, la arañamos, la rascamos, y así le dejamos a nuestra piel algunas marcas que quizá no se vayan nunca. No es algo que hacemos voluntariamente; de hecho, es probable que muchos de ustedes estén en este momento empedernidos con algún grano o irregularidad en los brazos o la cara sin darse cuenta.
Esta serie de lastimaduras que le provocamos a nuestra piel sin darnos cuenta tiene un nombre bien específico y su origen se conoce ya desde hace algún tiempo. Sin embargo, lo hacemos con tanta frecuencia que solemos ignorar que van a dejar cicatrices que tranquilamente podríamos evitar.
La piel puede ser un indicador bastante fiel acerca de nuestros momentos de mayor estrés. Si bien es un efecto secundario, no hay que dejar de prestarle atención, sobre todo porque la piel es, en muchos casos, el lugar donde nuestra ansiedad se transmite de forma directa.
Dermatilomanía: el enemigo silencioso y sádico de nuestra piel
La formas de canalizar nuestro estrés y ansiedad son muy variadas, y pareciera que solamente les prestamos atención a las que, en apariencia, son las más graves. Pero existen otras que, sin bien no parecen ser tan alarmantes, van degradando poco a poco nuestra integridad física, y terminamos dándonos cuenta del error cuando sus efectos se han acumulado lo suficiente como para ser irreversibles. En el caso que estamos exponiendo, se trata de lacerar la piel una y otra vez, en un bucle continuo.
La práctica de pellizcarse o arrancarse pedacitos de piel es propiamente una patología denominada dermatilomanía. Las marcas que se dejan en ella van desde los moretones a pequeñas laceraciones. Son partes de la piel donde en algún momento hubo algún granito, cáscara o callo, pero puede tratarse de partes perfectamente saludables. Suele manifestarse en momentos de mucha ansiedad, sobre todo en mujeres y niñas.
A largo plazo, los efectos de la dermatilomanía se terminan notando en el rostro, los brazos y las piernas en forma de manchas o cicatrices visibles. Su tratamiento, sin embargo, es bastante accesible, y puede ser de dos tipos. O bien con medicamentos destinados a combatir la depresión o la ansiedad, o bien con terapia psicológica, algo que es mucho menos invasivo. La mejor terapia es la cognitivo-conductual, ya que en ésta se abordan de manera bien práctica los modos de actuar con nuestro cuerpo y sobre él, y así se puede lograr cambiar esta conducta tan dañina, liberando el estrés y la ansiedad con otro tipo de conductas más relajantes, por ejemplo, haciendo deporte.