Novedosas iniciativas comunitarias combinan el cultivo de huertos urbanos con el aprendizaje sobre ecología y acciones solidarias.
¿Cuántas estrategias hemos adoptado en pandemia para sobrellevar todas las frustraciones que nos produce el encierro? Y esa imposibilidad de socializar como estábamos acostumbrados a hacerlo. O de viajar, abrazar a nuestros familiares o combatir la sensación de alienación cotidiana y desconexión.
Uno de los recursos más populares para sobrellevar el confinamiento es la horticultura, hobby por el que se inclinan millones de personas en el mundo, como una forma resiliente de transitar estos tiempos y reconectarse con la naturaleza.
El concepto de horticultura hace referencia a la ciencia y el arte de cultivar frutas, vegetales, flores y plantas ornamentales.
El cultivo de huertos urbanos como terapia ocupacional
En la década de los 80´comenzó a popularizarse la horticultura. Principalmente a través de la utilización de los huertos urbanos como parte del aprendizaje sobre la ecología y del rescate de esta práctica como parte del desarrollo sostenible de una producción alimentaría orgánica.
¿Por qué es tan reconfortante sembrar tus propios cultivos? Según el artículo “Horticultura como medio de intervención: Una mirada ecológica desde la terapia ocupacional”, publicado en la Revista Chilena de Terapia Ocupacional, además de recreación brinda un propósito importante.
Se trataría de “una elección ocupacional basada en una preocupación por el contexto ecológico a un ritmo que da espacio para la reflexión y la experiencia de sentido”, indica la investigación de Carolina María Herrera Bravo. Sobre todo en el marco del compromiso y la educación medioambiental.
De casa a la intervención de espacios urbanos
A veces la falta de espacio en el hogar puede ser un impedimento para desarrollar un proyecto de horticultura. Sin embargo, en algunas ciudades del mundo han surgido iniciativas de huertas urbanas comunitarias.
En Berlín, el grupo activista ambiental Bloque Latinoamericano, junto a otras asociaciones, transformó un terreno próximo a un cementerio en un huerto. Allí se plantaron distintos cultivos con semillas orgánicas.
Los voluntarios tuvieron que aprender colectivamente sobre las prácticas necesarias para llevar a cabo el cultivo del huerto urbano y realizar su mantenimiento.
Otro ejemplo es la Fundación Huertas Comunitarias, que opera en Santiago de Chile y cuya misión es la provisión de alimentos a hogares de bajos recursos afectados por la pandemia.
El proyecto se instaló en Villa Marta Brunet, en el patio abandonado de la Casa de la Cultura, donde, además, un grupo de mujeres cocinan y entregan 700 comidas.
Los vecinos han montado un invernadero de emergencia para proveer a la cocina solidaria de la comunidad. Se estima que el terreno comprende 180 metros cuadrados cultivables y que podría producir dos toneladas de alimentos al año.
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Por otra parte, desde Colectivo Reciclador los vecinos mantienen viva una de las 14 huertas productivas instaladas en las aceras en Chacaritas (Argentina).
Con la mirada puesta en la agroecología, se abordan cuestiones como la soberanía alimentaria, el compostaje y el reciclado. Esto bajo los programas “Frutas en la ciudad”, “Club del Compostaje” y “Acción huerta urbana”.
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El proyecto Frutas en la Ciudad invita al ciudadano a germinar un árbol frutal. Su responsabilidad será cuidarlo hasta sus primeros estadios y luego podrá donarlo o plantarlo en espacios públicos.
Esta actividad propone pensar a las ciudades como espacios generadores de alimentos.
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